Por: Juan Moreno
La política cambió. Atrás quedó el tiempo en que el capital político se medía en planillas arrugadas o en censos repetidos como trofeos. Esa política del papel murió. Hoy existen tecnologías que permiten seguimiento real, organizado y transparente. Y lo más importante: los ciudadanos ya no esperan hojas llenas de nombres, esperan resultados concretos.
La improvisación en política es demasiado costosa. Lo que en campaña puede parecer un chiste, en el poder se convierte en tragedia. Ese es el origen del desprestigio que cargan quienes gobiernan como si estuvieran en un ensayo permanente, sin preparación ni visión.
La política es como la salud: nadie dejaría su vida en manos de un curandero. Del mismo modo, un municipio o un departamento no pueden ponerse en manos de aprendices del poder. Gobernar exige preparación, disciplina, equipos técnicos y una formación real que respalde cada decisión.
La reciente XXIII Cumbre Mundial de Comunicación Política, celebrada en Cartagena, lo dejó en evidencia. Mientras algunos prefirieron no asistir, el Hurtadismo se presentó como un verdadero equipo. No con discursos vacíos, sino con más de veinte líderes de distintos municipios, dirigentes de base y precandidatos trabajando de manera articulada. Ese gesto marca la diferencia: aquí hay seriedad y, sobre todo, conciencia de que la política no es un pasatiempo.
Hoy la política también se libra en redes sociales, en algoritmos, en aplicaciones, en datos. El territorio ya no se mide solo en calles recorridas, sino en conexiones y confianza. Eso exige preparación, estrategia y capacidad de adaptación. El gran reto es profesionalizar la política para recuperar la credibilidad perdida y volver a conectar con la ciudadanía.
Porque quienes hoy deciden no votar son los mismos que mañana padecen las consecuencias de los improvisados. Y porque, al final, gobernar no es improvisar: es planear, ejecutar y dar resultados.