Por: Gabriel Patarroyo
Un paciente en coma, un equipo
despierto
Mientras la comunidad
educativa de Ibagué se alista para disfrutar una merecida semana de receso, hay
una parte del sistema educativo que no descansa. Me refiero a ese grupo de más
de 150 funcionarios de planta y contratistas que, contra todo pronóstico y a
pesar de las tormentas presupuestales, siguen en marcha. No solo caminan:
corren. Redoblan esfuerzos para cerrar con broche de oro este 2025 y sembrar
con esperanza el 2026.
Ahora bien, pongámonos serios.
Hablar de educación en Colombia es como visitar una clínica en donde el
paciente lleva años entubado. El sistema educativo — y aquí hago una pausa
necesaria para separar “sistema” de “educación”, porque no son lo mismo ni deben
confundirse — es ese enfermo crónico al que el tratamiento no solo no lo
mejora: lo está matando.
Como bien señalaba Van der
Rohe, “el
diablo está en los detalles”: en esas pequeñas
decisiones técnicas, presupuestales y administrativas que, tomadas desde lejos,
terminan por condenar a quienes viven la escuela desde adentro, padres de
familia, estudiantes y por supuesto los actores mas importantes del escenario
educativo, los profesores.
Y El problema, como siempre,
es que quienes deberían curarlo —los ministros, los tecnócratas, los de los
discursos de mármol y los presupuestos de hielo— han terminado por prolongarle
la agonía. Le recetan acetaminofén cuando hace falta cirugía. Le dan puntos sin
anestesia. Lo marean con fórmulas que huelen a naftalina y lo alimentan con
discursos que no nutren.
Pero volvamos a casa. En
Ibagué, la crisis de financiación por parte de la nación al sector es un hecho,
una herida abierta desde hace décadas que sangra año tras año. Y sin embargo,
el debate público suele quedarse en la superficie: que falta inversión local (que
sí hay, y mucha, la alimentación escolar por ejemplo representa un esfuerzo en
términos financieros grandisimo del municipio), que se debe que hacer más con
menos, que el sistema está colapsado. Todo eso es cierto. Pero lo esencial
sigue oculto: mientras el Estado no replantee el modelo de financiación, de administración
y legislación educativa, todo esfuerzo será un parche en una hemorragia.
Y sin embargo—porque en nuestra
ciudad, como en la vida, los milagros suelen venir de la gente—hay algo que
merece ser contado. Usando el mismo símil clínico: el sistema podrá estar en
coma, pero el equipo de enfermeros, médicos, auxiliares y personal de soporte
no se ha rendido. No solo mantienen al paciente con signos vitales: le han
devuelto, el aliento.
Hoy quiero resaltar
precisamente eso.
Esta administración municipal,
no se quedó viendo el enfermo agonizar. No. Decidieron ir con toda. Sacaron el
escritorio a la calle y con un plan de desarrollo con los pies en la tierra y
los ojos en el futuro decidieron hacer ciudad, No desde un Excel o una
presentación de Power Point transmitida desde Teams en Bogotá, sino desde la
silla de plástico de una escuela rural donde los sueños valen más que los
números, desde un escritorio con un par de rayones en alguna de las 57
Instituciones educativas de la ciudad.
En ese esfuerzo, hay nombres
muchos nombres propios. Porque las transformaciones reales no las hacen las
instituciones: las hacen las personas.
Personas con corazón, con alta
capacidad técnica y una alta sensibilidad social. Gente que cree que la
educación no solo se administra: se cuida, se proyecta, se sueña.
A todos ellos—Johana, Diego
Fernando, L Lorena, Miguel, Martha, Leonel, M Paula, Olguita, Milena, Adriana, Ulises,
Alejandra, Víctor, Denise, Luis C, Sandra Lucía, Mario, Mónica, Nohora, Natalia
H, Angela, Guillermo, Viviana, Margara, Lina, Laura, Camilo, Sixto, Pilar,
Claudia, Edison, Yuli, Juan J, Lulú, Kathe,
John J, Angelica, Diana, Hernando,
María, Berenice, Olga P, Hector, Lorena, Hugo, Antonio, Norma, Sandra M, Maye,
Carolina, Natalia U, Anto, Bere, Wilmar, Slendy, Alexa, Fernando, Andrés,
Katherine, Alix, Yeny, Andrea, Luis A, Carlos, Yaqui, Rocio, Ciro, Alejandro, Maria
del C, Nury, Leonardo y todo el equipo de contratistas —gracias.
Gracias por demostrar que sí
se puede transformar desde el rol que a cada quien le corresponde, con tiza
corazón y coraje.
Gracias por apostarle a una
escuela y a una ciudad 3D: Dinámica, Diversa y Digna.
Gracias por ayudarnos a
imaginar una Ibagué que sea, de verdad, una ciudad para todos.
La educación no se rinde.