Por: César Picón
El
alcalde de Medellín, como presidente de la junta directiva de EPM, compañía que
presta servicios públicos en 12 departamentos, le solicitó la semana pasada al presidente
Petro autorización para congelar la tarifa de servicios públicos, una jugada
arriesgada desde el punto de vista empresarial, pero bastante coherente y justa
desde lo social.
Se
asoma la esperanza con la decisión de asumir las funciones de las comisiones
reguladoras de agua potable y energía por parte del presidente de la República,
en un hecho inédito que debe surtir resultados pero también enseñanzas y
reformas en la institucionalidad y la normativa sobre la que se soporta la
prestación de los servicios públicos en el país.
No
es normal ni mucho menos aceptable, que las tarifas de servicios públicos se
hayan constituido como el segundo gasto que más impulsa la inflación en
Colombia, después de los alimentos. Entre 2021 y 2022, el servicio de agua se
incrementó en casi el 9% en promedio y el de la energía creció en casi el 15%.
Cabe decir que se trata de valores promedio, porque en algunas ciudades los
aumentos han sido desproporcionados.
En
pandemia el descaro fue total y quizá eso detonó el malestar de los usuarios
que terminó en sendos debates en el Congreso de la República y finalmente la
decisión del presidente de ponerle tatequieto al festín de precios. Mientras
todo el mundo padecía los efectos del confinamiento obligatorio que impedía
salir a trabajar y abrir el comercio, la mayoría de empresas prestadoras abusó
de la reglamentación y facturó tarifas !promedio¡ que no solo no eran
coherentes con la gran cantidad de negocios y empresas cerradas, sino que lo
hacían para poder mantener altos los costos y calcular a su favor las tarifas,
así se llenaron los bolsillos mientras la gente pasaba por momentos difíciles.
Pasada
la época dura de la pandemia, que dejó miles de denuncias por estos abusos, la
Superintendencia de Servicios Públicos pareciera no haber sido consecuente con
los reclamos de los usuarios. Recordemos que Celsia fue multada con la pírrica
suma de $800 millones por los abusos cometidos en medio de la pandemia que
fueron denunciados en esta columna y por muchos otros ciudadanos, un insulto
frente al volumen del daño causado. Aun así las tarifas siguen subiendo sin
control y el servicio sigue siendo mediocre.
Hace
varios años, como funcionario público, elevé peticiones a la Superintendencia por
los aumentos escandalosos del servicio de aseo en la ciudad de Ibagué, pero la
experiencia fue verdaderamente decepcionante.
Pese
a que la denuncia emanaba de la misma Alcaldía de la ciudad, la atención
prestada al requerimiento fue superficial y no llegó a nada, incluso en
reuniones técnicas prácticamente justificaron los aumentos, eso sí, basados en
las fórmulas actuales que les permite a los prestadores auto calcular las
tarifas en unos rangos que siempre terminan beneficiosos para el negocio
privado.
También
recuerdo que elevamos peticiones a los operadores de telefonía móvil e internet
para que ampliaran redes a tantas zonas rurales que hoy están sin señal, la
respuesta siempre era negativa y la razón eran los pocos usuarios que había. Por
supuesto, así no generarían ganancias.
Esperamos
que bajo la tutela del presidente Petro, la Superintendencia asuma su verdadero
rol de vigilar y controlar los operadores para defender a los usuarios y que
las fórmulas tarifarias entren a ser reestructuradas para que no se cometan
abusos amparados por la Ley.