Por:
Primera
Parte
Por: Ricardo Cadavid
Biden, el presidente demócrata
de los Estados Unidos, anunció pomposamente que no permitirá que la China se
convierta en la primera potencia del mundo, tarea que hace unos años hubiera
sido creíble; estábamos acostumbrados a que los productos chinos no duraban más
de tres meses, pero con esto del Covid, la China mostró notables avances en el
mejoramiento de sus procesos de calidad total: El Covid-19 ya cumplió más de un
año y podemos afirmar, con total certeza, que puede ser el producto chino de
más larga duración.
En Colombia no quisimos
quedarnos por fuera de este nuevo alarido de la moda internacional y hoy
estamos a punto de llegar a los 2,5 millones de contagios. Pasamos de la era de los fantasmas a la era
de los cuernos en un santiamén; me explico: al principio, el Covid era como los
fantasmas, todo el mundo habla de ellos, pero nadie, en realidad, ha visto el
primero. Todos los medios de comunicación hablaban del tema y si una ambulancia
llegaba al barrio, la gente miraba con asombro y desconfianza por las ventanas.
Hoy es al revés, ya estamos en la era de los cuernos, cuando todos en el barrio
saben que a usted le están siendo infiel, pero usted es, precisamente, el único
que no lo sabe. Media población ya le dio Covid y nunca lo supo. Hoy todos
conocemos personas cercanas que han fallecido por culpa del bicho ese. Hubo meses en que había tanto positivo, que
parecíamos viendo una transmisión del Tour de France en las épocas de Lance
Armstrong.
En un arranque de
espiritualidad, similar a las oraciones que hacemos cuando nos montamos a un
avión, se escuchaban por doquier mensajes que presagiaban el bondadoso cambio
que tendría la humanidad, debido a la trágica experiencia. Yo pienso que
seguimos siendo bastante precarios. Como símbolo de tal precariedad, diría que
estamos en mora de hacerle un homenaje al papel higiénico como elemento
sustancial en la evolución de nuestra especie: Hay una guerra; se termina el
papel higiénico, hay un terremoto; se acaba el papel higiénico, se tomó el
poder Chaves en Venezuela; se acabó el papel higiénico. Ponen preso a Uribe y
medio país tiene soltura estomacal y se agota el papel higiénico. Sueltan a
Uribe, y el otro medio país sufre de depresión y llora amargamente y se vuelve
a acabar el papel higiénico. Ese elemento, símbolo soberano de nuestra
identidad, debería recibir la Cruz de Boyacá. Estoy seguro de que tiene más
mérito el papel higiénico, que muchos de los que la han recibido.
De marzo a diciembre,
confinados. Recuerdo que nos confinaron por cómodas cuotas mensuales. Parecíamos
una compañía financiera: !Señor, le informamos que vamos a refinanciar su deuda
a seis meses más¡, y así, como quien juega a Pedrito y el lobo, Duque nos
anunciaba quincenalmente que el confinamiento se extendería hasta fin de mes. Estábamos peor que esas parejas !tóxicas¡
que, en un arranque absoluto de recuperación de la dignidad, afirman que !ahora
sí, se terminó esta relación para siempre, y esta vez sí es definitivo¡. Al
cuarto aplazamiento, todos en el país dejamos de creerle a Pedrito, al Lobo, a
la pareja y a Duque.
La economía se vino a pique.
En Ibagué, obviamente, creció el desempleo y la inseguridad. Todos sentimos que
la cosa iba mal; no había comida, no había trabajo, no había salud; lo único
positivo eran las pruebas de Covid, y como la oposición política en todos los
rincones, suele trabajar !sin agí¼eros¡ (los jóvenes dicen !sin mente¡, los de
mi edad decimos !sin asco¡), pues las críticas no se hicieron esperar. Creo que
vivimos una época que ningún gobernante hubiera querido vivir. Imaginar a la
noble institución de la Policía Nacional dedicada a hacer cumplir el toque de
queda, persiguiendo a viejitos que dejaron la mascarilla, pidiendo los
documentos a los transeúntes, ya no para revisar los antecedentes criminales en
la base de la Interpol, sino para constatar si el sujeto había salido a mercar
en flagrante violación del pico y cédula, o peor aún, haciendo allanamientos en
moteles, como sucedió en Cali, para multar a 11 personas que se encontraban
dedicados a honrar los nobles principios del trabajo en equipo. Este gobierno
facho, siempre persiguiendo cualquier expresión de cooperativismo.
El viceministerio de Economía
Naranja debió premiar a ese ilustre grupo de trabajo caleño, les hubieran dado
alguna beca, algún estímulo adicional al que ya sentían cuando fueron
cruelmente interrumpidos, aunque sea un préstamo de Bancóldex; ustedes no se
imaginan la cantidad de creatividad que se requiere para que once personas en
una cama, conserven el distanciamiento social. En la India, donde sí saben
apreciar estas iniciativas, habrían editado una nueva versión del Kamasutra,
adaptada a las condiciones de pandemia. Acá, por el contrario, castramos el
talento. Como será que un menor de edad, que se encontraba en la fiesta, fue
entregado al ICBF, dizque para que le !restituyeran los derechos¡. Ese pobre
muchacho debería demandar al estado por generarle disfunción eréctil. Debió
quedar traumatizado. Yo le hubiera dado una beca del Fondo Emprender.
Y así fue pasando el tiempo y
nos fuimos acostumbrando a esta nueva normalidad. Vivimos encerrados en
aislamiento preventivo. Las cifras de maltrato familiar se dispararon, lo que
demuestra que las aventuras extramaritales son un exitoso mecanismo para
prevenir la violencia. Los ciudadanos
todos, empezamos a sufrir trastornos de ansiedad, encerrados, sin poder salir.
Algunos dejamos de pagar nuestras cuentas de celular y nuestras tarjetas de
crédito, solo con la esperanza de que una operadora nos llamara siete veces al
día a recordarnos que estábamos en mora. El desespero era tal, que empezamos a
hablar con las flores y los helechos de la casa, y algunos veganos, que
entablaron amistad con muchos de sus futuros alimentos, se sintieron casi
caníbales al comerlos y entraron en profunda depresión.
Afortunadamente dos hechos
movilizaron a toda la comunidad científica del mundo entero en su afán por
encontrar la vacuna contra este terrible mal. El primero fue la cantidad de
partos de niños feos, que alertó a todos los obstetras y clínicas infantiles.
La razón es clara: la mascarilla es totalmente engañosa y se convirtió en la
única oportunidad para que los feos pudieran escalar socialmente. Quién no se
enamoró de un par de enorme ojos expresivos y bellas cejas espesas, y para
cuando se quitaron la mascarilla, ya era muy tarde, y, como reza el argot
popular !ya untado el dedo, untada la mano¡. Se espera un declive considerable
en los procesos de selección genética que habíamos logrado en las últimas
décadas. Los niños de la futura !Generación Covid¡ se parecerán,
inevitablemente, al Jorobado de Notre Dame.
El segundo hecho significativo
fue la notificación de la OMS, de que los moteles, discotecas, lupanares, casas
de lenocinio, no podrían prestar sus servicios hasta que no se inventara una
vacuna. Todos los habitantes de la tierra estuvieron al borde del colapso
total. La respuesta no se hizo esperar. Senadores y congresistas, de los que
nunca oímos hablar en la vida, comenzaron a correr desesperados. Cuantiosos
fondos de empresas públicas y privadas llenaron de recursos a los distintos
grupos de investigación en todos los confines de la tierra. Hasta Duque quiso
aumentar el presupuesto de Colciencias, pero contuvo su deseo por solicitud de
la Asociación de Productores de Moringa, Asomoringa, que vería disminuir sus
ingresos con la llegada de una vacuna. Se supo incluso de algunos hombres
kamikazes que furtivamente entregaron su vida en los prostíbulos del Parque
Galarza, héroes consumados que prefirieron dar su vida, con tal de que
pudiéramos alcanzar rápidamente la inmunidad de rebaño. Ojalá la historia
absuelva a estos patriotas y reconozca su meritorio sacrificio.