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Un acto tan cotidiano o
sencillo como toser lo han transformado en todo un atentado, un riesgo para la
integridad física. Gestos de pánico, asco, miedo y rabia son los que se
observan de aquellos alrededor de quien tose hoy en público. No importa si es tos
seca, con flemas, continua o un simple cof-cof de carraspeo. Se le trata por
igual, como un sujeto altamente riesgoso, de alta toxicidad y un peligro
andante.
Es más, tocar una toma de
energía, abrir una puerta, marcar un botón del ascensor, coger un pasamanos,
recibir las devueltas, marcar en un celular, esas y otras mil cosas cotidianas
ya parecen una acción de alto riesgo.
La paranoia social creada por
la pandemia del Coronavirus o Covid.-19 nos tiene al borde de la locura o sin
razón. Los nervios crispados, la imaginación volando, las imágenes de las
películas de virus mortales y demás plagas apocalípticas rondando en la cabeza.
Creo está que los escépticos
de las teorías sociales y de comunicación, hoy no puede desconocer que estas
tenían razón en sus planteamientos frente al poder de los medios, la opinión,
las redes sociales y oscuros liderazgos en su influencia en ciudadanos
temerosos o extremadamente nerviosos frente aquello que no comprende bien, pero
de lo que reciben profusa información.
Queda totalmente claro
entonces, que en el actual ecosistema social con ese constante flujo de
información mediatizado y en las redes sociales, con su alto poder de impacto
al instante, para cualquiera es fácil
permearse de esos contenidos alarmistas y muchas veces falsos que circulan por
doquier sobre el Coronavirus, su letalidad, transmisión, la catástrofe
económica que ha causado (esa sí real) y hasta las teorías conspirativas acerca
de que fue soltado por las grandes corporaciones del mundo y gobiernos poderosos
para frenar las expresiones sociales de inconformismo contra el inequitativo
sistema económico que impera en el mundo actualmente.
Además, la profusa literatura
y opiniones de expertos y no tan expertos, pero muy influyentes en la opinión
pública, contribuye con su supuesto profundo conocimiento y un aura dotada de
superioridad, a darles credibilidad instantánea enrareciendo más la crispación
colectiva. El uso de la vieja fórmula de combinar acciones de persuasión o
seducción Roiz (2003) !La Sociedad Persuasora control cultural y comunicación
de masas (pag. 1)¡, es lo que hemos visto permanentemente a lo largo de este
capítulo público del Coronavirus mundial.
Igualmente, todo apunta a que
se desplegó en pleno la Teoría de Control Social, no desde la perspectiva de
Durkheim (1893) o Reckless (1933) para
explicar la criminología o comportamientos criminales, sí la propuesta por Luis Rodríguez Manzera
(1981): !El control social puede entenderse como el conjunto de instrumentos
(generalmente normativos), instituciones y acciones encaminadas al cumplimiento
de los fines y valores propuestos por el sistema imperante, logrando en esta
forma mantener el orden social.¡ Pánico para controlar inconformismos.
Claro, tampoco podemos caer en
la fácil y hacer oídos sordos y caso omiso a las recomendaciones de las
autoridades de salud frente a los cuidados mínimos para evitar el contagio o la
expansión del Coronavirus; pero también es absurdo, por ejemplo, que como lo
han registrado los medios de comunicación, en pleno Centro de Ibagué haya
escasez de tapabocas, el antibacterial, el alcohol y hasta el Menticol se estén
agotando y sus precios sean inalcanzables. En una droguería cercana a donde
vivo ya no hay; además, un antibacterial que antes constaba 14 mil ahora vale 25
mil pesos y los tapabocas se venden por encargo. La tapa.
Y para colmo, varios almacenes
de cadena abarrotados este fin de semana de personas llevando productos no
perecederos, enlatados, artículos de aseo y papel higiénico. Conciencia y
calma.
Coletilla: Está situación
también nos deja una reflexión: ¿por qué habrá gente a la que resulta extraño
que la pidan lavarse las manos de forma permanente? ¿mantener cierta asepsia
corporal o en el hogar les parece extraño? ¿Acaso no son hábitos de aseo común
que aprendimos desde casa? No, al
pánico; sí, a la prevención.
Por: Nelson Germán Sánchez
Pérez -Gersan-