Por:
Por: Alejandro Rozo
¿Se
han puesto a pensar que estaban haciendo hace treinta años?, los más veteranos
yo tenían un camino recorrido, algunos estarían cursando primaria o secundaria,
otros estarían en la universidad y otro grupo poblacional ni siquiera habría
nacido. Pues bien, tratar de recordar como era Ibagué hace tres décadas y que
ha pasado durante este tiempo es una tarea importante a la hora de anticipar lo
que podría ser el futuro.
Realmente
no han pasado muchas cosas que digamos, positivamente se han impuesto tendencias
mundiales como la conectividad o internet en la mayoría de hogares, el
mejoramiento de la cultura deportiva de bienestar y salud, la llegada de nuevos
centros comerciales, el crecimiento de la ciudad hacia el norte y el oriente
(vía Mirolindo - Buenos Aires), la construcción de alguna que otra vía interna
y de las variantes de doble calzada que rodean parte de la ciudad, la llegada
de universidades, el posicionamiento como destino turístico, gastronómico y
deportivo, la transformación del estadio Manuel Murillo Toro y la imponencia
del deportes Tolima, entre otras cosas; aunque parece que nos quedamos cortos,
seguramente existen otras cosas importantes que se me escapan, pero que cada
quien podrá identificar y valorar. Negativamente la ciudad ha sufrido un
proceso de desindustrialización y contracción de sectores económicos
prioritarios como el de la cadena
algodón - textil - confección, el estancamiento del crecimiento del
tejido empresarial, el desempleo, la carencia de empresas e inversiones que
generen empleo a los graduados de las universidades, el deterioro de las redes
de acueducto, alcantarillado y de la malla vial, la debacle de los escenarios
deportivos para los juegos nacionales y otras problemáticas que seguramente han
calado en el desarrollo, la confianza y percepción de ciudad.
La
Ibagué de hoy seguramente es mejor que la de hace treinta años, sin embargo,
vale la pena pensar cómo será la ciudad que tendremos en 2030, 2040 o 2050;
difícil pero necesaria tarea es anticiparnos al futuro, la construcción del
futuro de esta ciudad hace parte de la propuesta !Visión Tolima 2050¡. ¿Cuál
será la estrella o ruta que seguiremos para alcanzar lo que soñamos? Vale la
pena aclarar que una cosa es esa parte romántica en la que visualizamos lo que
queremos y donde pintamos el cuento con los colores ideales, otra cosa es la
parte real o fáctica en la que toca poner los pies sobre la tierra y pensar con
la razón, identificando los problemas y brechas que se deberán analizar para
generar alternativas de solución en prospectiva. Existen problemas globales
externos que se deberán mitigar, como, el cambio climático, el crecimiento de
la población mundial, la escasez y encarecimiento de materias primas y
alimentos, así como un conjunto de variables que, ni sabemos ni conocemos.
Otros son los problemas locales en los que si se tiene injerencia: el deterioro
del ecosistema hídrico, que, de no tomar medidas drásticas, se podría poner en
riesgo la sostenibilidad de los ibaguereños por el encarecimiento o la falta en
el suministro de agua. Las instituciones públicas, autoridades ambientales,
empresariado y sociedad civil, deben articular sendas estrategias para
garantizar el suministro del preciado líquido para los próximos cincuenta (50)
años. El bajo y deficiente crecimiento del tejido empresarial a falta de
reinversión local, relocalización y atracción de nuevas inversiones, es otro de
los problemas que impiden el crecimiento económico y absorción de la mano de
obra local.
A
medida que pasa el tiempo, seguimos tratando de resolver los mismos problemas
de hace 20 años, como el definir la vocación de la ciudad en materia económica
(agroindustria, logística y turismo), seguimos mofándonos de la privilegiada
ubicación estratégica que tenemos, pero no pasamos a acciones concretas que se
deriven en proyectos tangibles. ¿En que se ha fallado?, buena pregunta. La
desconexión entre estado, empresa y academia, la falta de método y estrategia a
la hora de identificar los problemas estructurales que afectan la ciudad, la
politización de algunos gremios económicos, la ausencia de liderazgo
inversionista por parte del sector privado y las rivalidades políticas que
impiden dar continuidad a los proyectos de ciudad; podrían ser algunas de las
diferentes causas del atraso en materia económica, social, de infraestructura e
inversión.
Pensar
en una ruta de desarrollo es una obligación que tenemos todos los ciudadanos,
una ruta que debe tener responsables y roles definidos, no solo los gobernantes
son responsables, esos que casi siempre quedan crucificados. El sector gremial
y empresarial, así como la academia, tienen igual responsabilidad y obligación
que el estado a la hora de generar desarrollo. Mientras el estado genera las
condiciones que requieren los sectores económicos y sociales, los gremios
económicos, empresarios y academia, deben ser los actores y ejecutores
principales de las estrategias y proyectos de desarrollo. Alguien debe dirigir
y articular esa orquesta ¿Qué o quién es ese alguien? (asunto de una próxima
columna).
Mientras
en Ibagué, no se rompa ese círculo vicioso y de nubarrones en el que gravitan
la envidia, la polarización política, el temor y la resistencia al cambio, la
estigmatización de personas e instituciones y la presión negativa de algunos
comunicadores o medios de comunicación, difícilmente se podrá recuperar la
confianza y esperanza necesarias para trazar una ruta clara. Si no se da
prioridad al cambio de mentalidad, difícilmente podremos ver más allá de la
nariz. La primera tarea para construir visión y territorio radica en disponer
la mente y el corazón para aceptar las diferencias siendo más tolerantes,
solidarios, responsables y amables con el entorno humano y natural. Se
requieren buenas personas para construir el futuro y la ciudad que queremos,
Ibagué 2050.