Por:
Por: Camilo Ernesto Ossa B.
La semana pasada se socializó
el resultado de la encuesta virtual, fase 2 - 2021, realizada por Ibagué Cómo
Vamos y, aunque el resultado es contundente en relación, justamente, a cómo va
la ciudad, hay un aspecto, a mi modo de ver, que sobresale en la preocupación,
hay muchos y muy importantes, pero me quiero detener en el siguiente: los
servicios públicos y, dentro de estos, aun cuando el 38,4% de los encuestados
se siente insatisfecho con la prestación del servicio de energía eléctrica, la
mala percepción del servicio de acueducto llama la atención.
Aproximadamente, hacia los
años 80´s los servicios públicos domiciliarios fueron objeto de un proceso
liberalizador en busca de introducir competencia, eficiencia y oportunidad en
la prestación, tal fue el caso de la telefonía y, como no, el servicio de agua
potable, entre otros, pues estos, al depender de una facilidad común en la
prestación, tenían -y tienen- una gran propensión a limitar la competencia, de
ahí la proliferación, desde ese entonces, de una serie de normas encaminadas a
mejorar la cobertura, propiciar la inversión y la ampliación introduciendo
competencia, muy crítico el panorama hoy día frente a el cumplimiento de esos
objetivos competenciales -será objeto de otro debate-, pero lo que sí vemos -y
se puede concluir de la encuesta- es una clara restricción a la libertad
ciudadana de una administración municipal que falla al proporcionar los
servicios públicos domiciliarios, a satisfacción, a su población, no solo en
relación a la cobertura -un problema de POT, fundamental-, sino en cuanto a la
calidad del servicio, algo que tiene que ver directamente con la riqueza -o
pobreza- a imprimir a un territorio.
Según la encuesta arriba
señalada, el 47,2% de los encuestados está insatisfecho con el servicio de
acueducto que recibe, frente a un 33% de satisfechos y, el 44% de los
encuestados, está insatisfecho con la calidad del agua que recibe, cifras
contundentes que, claramente, pueden explicar la condición socioeconómica que
vive Ibagué -no solo de ahora, de tiempo atrás-. Los servicios públicos son una
condición, sine qua non, para la inversión, el desarrollo, la planeación y
ordenación del territorio, tanto por la vocación económica del municipio, como
por las demandas ciudadanas y una visión de ciudad sostenible ambientalmente.
El panorama resulta ser bastante complejo sobretodo cuando vemos una limitación
en el desarrollo de ciudad por la inadecuada prestación/calidad del agua, solo
por citar un ejemplo, los casos que han puesto en evidencia el problema de
disponibilidad de agua potable en los proyectos de vivienda que se ofrecen y se
construyen en la ciudad (caso Alminar Samoa y otros), de ahí la importancia de
empezar, desde ya, la discusión del nuevo POT.
Sin lugar a dudas, la próxima
elección de alcalde de Ibagué es vital para trazar la ruta de crecimiento y
desarrollo de, por lo menos, los siguientes 30 años -me atrevería a decir que
es la más importante desde que existe la elección popular de alcaldes-, donde
le corresponde, a ese alcalde, la preparación y discusión del nuevo Plan de
Ordenamiento Territorial del municipio, con una estela de problemas en empleo,
infraestructura, vías, movilidad, seguridad, salud, servicios públicos, entre
otros y que, según los resultados de la encuesta, menos mal no le correspondió
a la actual administración, porque la deslegitimación está a la orden del día,
con el 63,6% de los encuestados calificando como mala la gestión del alcalde y
el 51,4% considerando que durante el último año, el nivel de corrupción en
Ibagué ha aumentado.