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Queremos iniciar este artículo
de opinión, dando a conocer cómo define la ley colombiana los dos virus, aparte
del Covid-19, que circulan por estos días en nuestra ciudad.
Se define como calumnia !a la
imputación de un delito hecho con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio
hacia la verdad; así mismo, la injuria se define como la acción o expresión que
lesionan la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra
su propia estimación¡.
Después de haber sido
contextualizado usted, querido lector, decimos que nos causa mucha tristeza
escuchar, ver y leer tantos comentarios insulsos, sin conocimiento, vulgares,
denigrantes, mordaces e irrespetuosos sobre un comerciante y su familia, que lo
único que han hecho en Ibagué, es ser y seguir siendo generador de riqueza y
bienestar para muchas familias en nuestro territorio.
Don Carlos Alvarado y su
familia, se han convertido a través de la historia en nuestra ciudad en un
referente de tenacidad, compromiso, disciplina, honestidad Y capacidad
empresarial.
Lo triste de toda esta
historia es ver, cómo la envidia, la cizaña, el rencor y la impotencia de los
fracasados, se impone en una sociedad que ni el Covid-19 logrará cambiar; pues
los ciudadanos de bien nos dejamos influenciar por esos cibernautas, que no son
más que individuos sin méritos, desocupados canallas y siempre preocupados para
que a los demás les vaya mal.
Cabe precisar que, si en este
ejercicio comercial que se realizó entre la Alcaldía y Mercacentro existiera
alguna irregularidad, serán los entes de control, Contraloría, Personería, Procuraduría
y Fiscalía los que lo determinarán. Irresponsable será siempre hacer juicios
apriori sin documentos y más grave aún, sin ningún tipo de información. Mas
bien dediquémonos a hacer el bien y ayudar a nuestros semejantes, esa sí que es
una exigencia personal.