Por:
Por: Nelson Germán Sánchez
Pérez -Gersan-
Toda actividad humana tiene un
fin, dijo Aristóteles en la Ética a Nicómaco; así como que toda libre elección
y acción parecen tender a algún bien. Y se preguntaba cuál es el bien supremo
entre todos los que pueden realizarse, en especial en la meta de la política,
concebida esta como la máxima ciencia que incluye los fines de las demás
ciencias conocidas y que le indica al ser humano qué debe hacer y qué debe
evitar, pues se constituye en sí misma en el bien de ese hombre, que le
permitirá ir en búsqueda de la felicidad.
Es más, el pensador Lin
Yutang, creía que buscar la felicidad era tarea primordial de los seres humanos.
Felicidad como generadora de bienestar físico, mental y espiritual, para la
cual nobleza y generosidad estaban por encima de todo. Por lo tanto, siempre la
felicidad concebida como un estado de satisfacción con uno mismo y con el
contexto o el ambiente que nos rodea y permea.
En fin, para no caer en los
terrenos epistemológicos y filosóficos de las más diversas escuelas y su
acepción de felicidad, solo digamos que alcanzarla es una aspiración
antiquísima y una de las metas prioritarias que nos acompañan durante toda
nuestra existencia.
Más allá de estos aspectos
metafísicos y un tanto del mundo de las ideas, precisemos que en la modernidad
ha tomado relevancia -y tal parece que esta situación vivida desde el año 2020
lo aceleró-, apostar desde las organizaciones, especialmente privadas, por el
cultivo de la felicidad como parte de su gobierno corporativo y como mecanismo impulsor
de la propia productividad, en la definición más literal del término económico.
La felicidad organizacional, lo
que busca es el rendimiento laboral, pues entre más cómoda, plena, realizada,
tranquila y placentera, entre otros muchos aspectos se sienta la persona, más
genera una psicología positiva que permea el propio ambiente laboral, el familiar,
la relación con los clientes y compañeros de labores estimulando el trabajo en equipo,
la motivación y la toma de decisiones más acertadas en beneficio de la
organización.
Las compañías más grandes del
mundo ya la aplican desde las áreas de recursos humanos o gestión del talento
humano con la flexibilización de horarios, más cómodos espacios laborales,
metas y productos de entrega a largo plazo, entre otros aspectos. Las compañías
donde se aplica son las que más rápido han salido a flote, han soportado o
crecido pese a la crisis del Covid 19, según los últimos estudios. Por tanto, en
una situación como la que vive actualmente el mundo, Colombia e Ibagué, de
forma particular, buscando recuperar su economía, sí que valdría conocer más de
este tipo de programas organizacionales y aplicarlos a los sectores productivos
que soportan nuestra débil economía local, como herramienta de apoyo a un
cambio de actitud colectiva que eleve la moral ciudadana y estimule cambios
actitudinales y aptitudinales.
Incluso su aplicación podría
ser una contramedida a ese coletazo económico, pesimismo, incertidumbre y
zozobra que se palpa, permeado de malas noticias, de situaciones de posible
corrupción, despilfarros, desgobierno y de, al parecer, esos evidentes y
forzados encubrimientos institucionales de parte de actuales funcionarios frente al uso abusivo
de los bienes y escenarios públicos en la ciudad de todos conocidos hoy, de gobernar
permanentemente con la mentira como herramienta administrativa y un deje de desprecio
con hechos y acciones -en discursitos es otra cosa- para con la ciudadanía
ibaguereña y la dura situación que enfrenta actualmente. Por estas razones se
hace más que necesario implementar desde las empresas, gremios, iglesia,
instituciones, asociaciones, congregaciones y hasta organización comunales este
cultivo de la felicidad, para tratar de mejorar el clima social enrarecido y
casi fúnebre que se mantiene sobre Ibagué como nube gris en días lluviosos.
Se requiere entre todos empujar
esa bruma, de que, en verdad, se actúe pensando en el bien-estar de Ibagué, en
la mejora colectiva, en el bien general y no en lo particular del bolsillo y
las ansias enfermizas de poder de unos pocos y sus cálculos politiqueros. Se necesita
iniciar con pequeños pero certeros pasos de cultivo de felicidad organizacional
en Ibagué para irrigar la ciudadanía, no hay de otra.