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Es sorprendente como el
devenir de la vida puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos; ayer estábamos
en la calle sin ningún tipo de prevención ni riesgo, hoy salir se ha convertido
en toda una aventura Homérica, guantes, tapabocas, desinfectante, alcohol, es
la dotación que debemos tener para emprender la hazaña. Las calles en algunas
horas son conductos tenebrosos que inspiran desolación, el ambiente se siente
cargado de una bruma espesa misteriosa.
Las pelÃÂculas que un dÃÂa
generaron zozobra en nosotros hoy nos han vinculado a su elenco, somos actores
de un largometraje que no tiene guion ni diálogos, estamos en un reality en el
cual el premio es no infectarnos y sobrevivir. Siempre vi tan lejos que eventos
como los que hoy ocurren llegaran a suceder; pero hoy estamos inmersos en una
realidad que tenemos que afrontar.
El planeta nos está pasando su
cuenta de cobro, Dios ha resuelto darnos una lección porque nos estamos
consumiendo unos contra otros, olvidamos ser solidarios, perdimos la razón en
búsqueda del dinero y de la fama, dejamos de ayudarnos y de tendernos la mano,
olvidamos el amor y compasión, la bondad se extravió de nuestro interior y asÃÂ
sin valor alguno hemos seguido viviendo y poblando el mundo, convirtiendo todo
lo que tocamos y todo lo que se pone en contacto con nosotros en un sequedal.
No quiero ser moralista ni que
este texto sea un tratado al estilo de Coelho, pero si quiero que pensemos un
poco que como sociedad nos necesitamos unos con otros, requerimos la ayuda del
vecino, a veces es necesario amparar al desamparado y recordar que si todos nos
unimos seremos más fuertes y armónicos. Pero el individualismo nos secuestró
nos convertimos en animales rapaces devorándonos unos con otros, pasamos por
encima del que se nos ponga en el camino para conseguir nuestro beneficio. Y es
por eso que nos convertimos en seres despreciables, egoÃÂstas, individualistas,
amantes de sÃÂ mismos y, el mundo poco a poco se ha ido echando a perder, ya no
es un lugar agradable y apacible, es un escenario de lucha y batalla para
sobrevivir donde perdimos el rumbo y de la esencia de vivir en sociedad.
Sin pesimismo espero que esta
tormenta se detenga pronto, que el sol brille nuevamente con fulgor y calidez;
para cuando esto acontezca hayamos aprendido algo, que somos vulnerables y
débiles, que por más dinero que tengamos y poder, hay contingencias frente a la
cuales somos indefensos y poco podemos hacer y, recordémonos unos a otros
saludar al vigilante de la entrada, dar las gracias a quienes recogen la basura
de las calles, hablar con paciencia y dulzura a quien nos atiende en un
restaurante, apreciar el trabajo de quienes se ganan la vida en las calles y,
reconocer que como sociedad debemos coexistir puesto que este episodio que
estamos viviendo nos ha demostrado que todos somos exactamente iguales.
Por: José Buenaventura