OPINIÓN 08-09-2020
Por: Juan Espinosa
Desde junio 16, día sin IVA, he sido un defensor de la
responsabilidad ciudadana y de la responsabilidad empresarial y por ello he
sido promotor de la apertura total de la industria, el comercio y los servicios
en la ciudad de Ibagué.
Llegó el anhelado día, como cuando el novio ansía la
llegada de su novia en la puerta de la iglesia. Llegó el 1 de septiembre y se
podía sentir un ambiente de cambio, de libertad, de alegría. Pareciera que
el covid-19 fuera parte del pasado.
Los días del 1 al 4 transcurrieron con relativa
normalidad, las calles con mayor circulación y las ventas del comercio un poco
más activas. Solo bastó con que llegará el fin de semana para que los
ciudadanos salieran a sus actividades normales de ocio. Vitrinear, pasear en
la zona rural y a disfrutar de los servicios de restaurantes que cada día
crece en pluralidad de ofertas y con menús variados y de buena sazón.
Era de esperarse que todo estuviera lleno. Más de 5 meses en confinamiento obligatorio. La
necesidad represada por unas medidas de pico y cédula que no dejaban que el
pleno de la familia pudiera salir al unísono. Se desbordó la gente, como se
desbordó el agua en Armero cuando las grandes rocas cedieron su muro de
contención. Y pasó lo que debía pasar. El cañón del combeima saturado. Los
centros comerciales de la 60 saturados. Los restaurantes saturados.
Es válido tomar las experiencias del pasado como
aprendizaje y sin amargura. En
Armero, paisanos nuestros murieron arrollados por las multitudes que corrían
desesperadas a buscar un lugar alto en donde refugiarse. El primer día sin IVA,
las multitudes de agolparon en las puertas de los hipermercados esperando que
abrieran. Igual nos sucedió el domingo pasado.
Aquí, y como de costumbre, hay que seguir apelando a
la cultura ciudadana y a la responsabilidad empresarial y del gobernante.
No hubo presencia de la autoridad municipal para
contener ni para controlar las aglomeraciones. Los protocolos de ocupación se rompieron y el
aislamiento voluntario reflejó que no hay voluntad de aislarse. Las
consecuencias, se verán en un mes aproximadamente cuando nos digan que el pico
de la pandemia ya no es octubre sino que será en noviembre.
No hemos aprendido. Y el error, al igual que en
Armero, cobrará vidas. Ya
Iván Duque, el padre del actual presidente, se encargó de mantener la población
armerita encerrada y sin evacuar, lo que profundizó la tragedia. Hoy, 35 años
después, la liberación del muro de contención, puede causar otra tragedia.
Hago un llamado respetuoso a todos los ibaguereños
para que los ciudadanos mantengamos el aislamiento y evitemos la desesperación
por salir. A los empresarios, especialmente del ocio, que mantengan firmes sus
niveles de ocupación autorizados y a las autoridades locales que hagan sus
controles especialmente los fines de semana. Las autoridades deben trabajar
mientras que los conciudadanos salen a disfrutar. De lo contrario, esta
apertura será temporal y nuevos aislamientos obligatorios volverán y ya no
habrá lugar a lamentar más víctimas fatales.
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