En zona rural de Alvarado, la Escuela Nueva
Estación Caldas parece atrapada en una nube permanente de polvo. A simple
vista, se trata de una carretera destapada que pasa justo frente al plantel;
sin embargo, para los 11 niños y docentes que allí estudian y enseñan, ese tramo
de 500 metros se ha convertido en una amenaza diaria para la salud y el
aprendizaje.
La maestra Derly Matajudíos describe un panorama desolador:
mesas y pupitres que deben limpiarse hasta cinco veces en una jornada, salones
en penumbra cubiertos con telas improvisadas para evitar que el polvo se
filtre, equipos de cómputo deteriorados y una impresora completamente dañada
por la polución.
“Los niños constantemente se están enfermando de gripa y
dolor de garganta, esto afecta su asistencia a clases y, por ende, su
rendimiento académico”, relató la docente.
El tránsito de tractomulas, vehículos de carga pesada y
automóviles a alta velocidad agudiza la situación. Cada paso de un camión
levanta una nube que invade el colegio, obligando a la comunidad educativa a
una lucha desigual contra la suciedad y el deterioro. Algunos padres de
familia, cansados de ver enfermos a sus hijos, han optado por retirarlos del
plantel, reduciendo aún más la cobertura educativa en esta zona rural.
El riesgo no es solo de salud. Hace pocas semanas, una
piedra lanzada por el paso de un vehículo impactó contra una de las ventanas
del colegio. Afortunadamente, los niños estaban en clase de educación física en
el patio y no resultaron heridos. “Fue un milagro”, asegura la maestra, quien
insiste en que la escuela no puede seguir expuesta a este nivel de abandono.
La comunidad educativa de la Escuela Nueva Estación Caldas,
perteneciente a la institución General Enrique Caicedo, hace un llamado directo
a la gobernadora del Tolima, Adriana Magali Matiz: “Doctora, recuerde la
petición que ya le hicimos en la inauguración de las TIC. Necesitamos que nos
ayude a pavimentar este tramo, por la salud y el bienestar de los niños.
Queremos estudiar dignamente”.
Son cuatro años de espera, cuatro años de polvo,
enfermedades y desgaste. La esperanza de los estudiantes y sus familias se
mantiene firme, confiando en que esta vez la voz de la escuela olvidada logre
ser escuchada en el Palacio del Mango.
POR: Redacción El Irreverente Ibagué