Nueve años han pasado desde que Laura Henao recibió la
llamada que congeló su vida, su hermano, David Henao, había aparecido muerto en
el baño de la Permanente Central de Ibagué. La versión oficial fue rápida, casi
mecánica: “Se suicidó”. Sin embargo, el cuerpo, las circunstancias y las
omisiones de las autoridades dibujaban un relato distinto, uno que Laura sigue
intentando contar sin que se diluya en la burocracia judicial.
David había sido detenido por una riña menor. Horas después, su cadáver colgaba presuntamente de una camisa manga larga (que según Laura, su hermano no llevaba puesta) en el baño de la celda. No había cámaras que registraran el momento exacto, no había registros claros sobre las horas previas y, sobre todo, no había una respuesta convincente para explicar cómo, bajo custodia policial, un hombre termina muerto en circunstancias tan confusas.
“La forma en la que lo encontramos, los golpes, la posición, nada tenía sentido”,
recuerda Laura, con esa mezcla de dolor y rabia que no ha menguado con el
tiempo.
Pero la historia de David no es un episodio aislado. Hace aproximadamente dos años, Ibagué volvió a escuchar la misma frase oficial: “Fue un suicidio”.
Esta vez, el nombre era Yefferson Stiven Baquero, un joven que, según la
Policía, se colgó en una celda de la Estación Norte de Policía ubicada en El
Salado. Otra vez, sin imágenes claras, sin respuestas inmediatas, con
familiares que aseguran que el joven no tenía razones para quitarse la vida.
Las coincidencias son inquietantes, ambos bajo custodia,
ambos hallados en un espacio donde se presumen están custodiados por las
autoridades, ambos con la misma versión de “autoeliminación” que las familias
ponen en duda. Incluso la cronología es similar: detenciones recientes por
situaciones menores y muertes en menos de 24 horas de ingreso.
“Cuando vi la noticia de Yefferson, sentí que estaba
reviviendo la muerte de mi hermano. Es como si en nueve años nada hubiera
cambiado”, lamenta Laura, quien ha seguido de cerca el nuevo caso, convencida
de que la repetición no es casualidad sino consecuencia de un sistema que no se
revisa a sí mismo.
Mientras el expediente de David sigue archivado en los
pasillos del olvido judicial, la familia de Yefferson empieza el mismo camino
empinado de exigir peritajes, necropsias y revisión de cámaras que casi siempre
terminan en conclusiones ambiguas.
Ambos casos parecen sumergidos en un silencio institucional que solo se rompe
cuando los medios ponen la lupa, para luego volver a hundirse en la sombra.
En la celda donde murió David, ya nadie recuerda su nombre.
En la que murió Yefferson, el eco es reciente, pero corre el riesgo de apagarse
igual. Entre ambas muertes hay un hilo invisible que une dos fechas distantes
pero idénticas en la forma: un cuerpo colgado, un parte policial repetido y
familias que siguen buscando una verdad que no llega.
POR: Redacción Judicial El Irreverente Ibagué