Anthony no solo ofrecía una bebida caliente. Servía cariño. Una aromática venía acompañada de una galleta, una cereza y, sobre todo, de su sonrisa amable, de un trato cálido que envolvía como una canción de cuna. Pero lo más impactante fue descubrir que ese hombre, que empujaba su carrito artesanal con orgullo, era mucho más que un vendedor ambulante. Era un cantautor profesional, un artista completo que ha pisado escenarios, compartido tarima con figuras legendarias y compuesto música que nace del alma. Anthony nació en 1963, en Ibagué, la Ciudad Musical de Colombia. Desde pequeño supo que tenía dos vocaciones: ser sacerdote y ser artista. Finalmente, su voz lo guió por el camino de la música. A los 18 años se fue a Bogotá con la firme decisión de luchar por su sueño. Y lo logró. En la capital, se codeó con grupos como Los Tupamaros, Los Reales Bras y artistas de renombre. Grabó su primer sencillo en 1999, “En mi mente”, y desde entonces ha compuesto decenas de canciones en distintos géneros: balada, rock en español, merengue, ranchera y más. Su talento es integral: canta, compone, hace los arreglos musicales y los interpreta con una fuerza que aún hoy, a sus 62 años, no ha disminuido ni un poco. Pero la vida no siempre fue amable. Anthony enfrentó momentos difíciles, obstáculos que lo alejaron del centro de los reflectores. Sin embargo, no se rindió. En vez de encerrarse en el lamento, decidió llevar su arte a la calle, transformar su cotidianidad en un acto de amor. Desde hace ocho años, Anthony se instala cada día frente a la Gobernación del Tolima, en el Parque Murillo Toro. Su carrito de aromáticas es su nuevo escenario, su tarima improvisada donde no solo ofrece café y galletas, sino también una experiencia: buena música de los años 80 y 90, conversación amable, y, si hay suerte, una canción cantada a capela con su voz prodigiosa. Su negocio no es un simple punto de venta. Es un lugar para encontrarse, para hablar con respeto, para compartir. “Este negocio no es de habladurías ni de críticas. Es de amor”, dice Anthony con orgullo. Y lo demuestra todos los días. Anthony no necesita ensayar. Su voz sigue siendo la misma de siempre. Es capaz de componer una canción en cinco minutos, con letra, ritmo y arreglos. Su música lleva mensajes profundos, especialmente dedicados a personas con discapacidad o en situación de exclusión. Una de sus composiciones más conmovedoras, “Al despertar”, está dedicada a los invidentes, a quienes no pueden ver la luz de un nuevo día, pero sí pueden sentirla a través del amor y la música. También ha participado en festivales, programas de televisión y radio, y eventos de inclusión social. Su recorrido artístico incluye presentaciones en Sábados Felices, Colmundo Radio, Festibuga, y muchos más. Hoy, Anthony del Mar sigue componiendo, cantando, sirviendo aromáticas con galletas y cerezas, y regalando sonrisas. Su historia nos recuerda que cuando la vida nos pone a prueba, el arte y la pasión pueden ser la respuesta. Que no importa cuán lejos hayamos llegado o cuántas veces hayamos caído, lo esencial es mantenerse fiel al propósito. Anthony es un artista en todo el sentido de la palabra. Un soñador incansable. Un ejemplo vivo de que la dignidad, el talento y el amor pueden florecer en cualquier escenario, incluso en un parque, bajo la lluvia, con un bafle sonando clásicos del ayer. Gracias, Anthony, por tu música, tu historia y tu luz.A veces, las historias más extraordinarias se encuentran en los lugares más sencillos. Fue gracias a una invitación casual de mi amiga fotógrafa, La Pao González, que conocí a Anthony del Mar, una de esas almas luminosas que hacen del mundo un lugar mejor. Nos sentamos a tomar una aromática en el parque Murillo Toro, en Ibagué, sin saber que ese encuentro estaría lleno de magia, melodía... y propósito.
Nacido para el arte
Más allá del escenario
La música como esperanza
Un legado vivo
POR: Natalia Gualanday - El Irreverente