Rodeadas entre hierba seca y el silencio, se encuentran las tumbas de aquellos que han sido olvidados, un lugar donde reposan cientos de personas sin nombre, sin familias que los lloren. El cementerio de los que no tienen nombre es administrado por la Arquidiócesis de Ibagué, que durante muchos años ha sido testigo del anonimato y la soledad.
Cuerpos sin identificar de
aquellos habitantes en condición de calle que han migrado a la ciudad y que no
tuvieron una vida digna, se encuentran sepultados, olvidados, algunos restos de
familiares de Ibaguereños que no pueden costear una bóveda también reposan en
las áridas tierras de este campo santo donde la soledad descansa.
El cementerio de la caridad,
como es conocido, tiene su puerta en el fondo del cementerio San Bonifacio, que también
es administrado por la Arquidiócesis, muestra el desolador panorama, donde también
se encuentra la morgue y uno de los pabellones más triste de todo el campo
santo. El pabellón para bebés fallecidos, son los únicos edificios que rompen
la monotonía del terreno.
Lo que más resalta en el
cementerio de los olvidados, son las filas de cruces blancas, donde la gran mayoría
se encuentran sin nombre, alineados en un terreno desolador, sin flores ni lágrimas.
Este lugar es un reflejo de
las personas olvidadas por la sociedad, y nos recuerda que todos merecemos ser
recordados y honrados en nuestra muerte. El cementerio de los olvidados es un
lugar donde la soledad y el anonimato se encuentran con la dignidad y el
respeto que todos merecemos.
POR: Edilberto Buendia